* EL DRAMA POLÍTICO DE LOS TOROS: BUSCAR EL CASTIGO
* LA QUERENCIA: ACOMODARSE O BUSCAR LA COGIDA
* NOBLES O MANSOS: LA CABEZA, EN LA SOLA DE TROFEOS DEL MATADOR
Apuntes de un villamelón, 24 horas después de la cogida:
Esa bravura ciega con la que sale al ruedo el toro y arranca el alarido del respetable volcado en la plaza, es la misma que envuelve su drama: una y otra vez, el animal va de un castigo al otro, de un castigo al otro...hasta que, ya muerto, le cortan la cabeza y la exhiben en la sala de trofeos del matador.
Ese animal que anima a la concurrencia por su bravura y sólo "apantalla" a los espectadores, porque al salir corriendo se estrella contra el burladero, o incluso puede llegar en algún momento a la incorrección política de saltarse las tablas...en lo personal, en lo íntimo, --o como diría San Juan de la Cruz en su Llama de Amor Viva, "en el centro más profundo del alma"--, confieso que me produce una profunda tristeza, por verlo cómo, a pesar de que no obstante los tres pares de banderillas los lleva ya sufrientemente enterrados...ahí va, una y otra vez, una y otra vez, una y otra vez, a recibir más castigo del de a caballo. ¡Jo...!
Pero por si ello fuera poco, ya sangrante, escurriendo los bermejos efectos de las banderillas clavadas con todo arte y riesgo por el matador o uno de los peones o rehileteros...otra vez, otra vez, otra vez, el animal va a que lo castiguen. Hasta que acaban con él. ¡Por buey...!
La explicación de lo último es muy clara: son las querencias del toro. El animal noble, por decirlo así, se acomoda, o busca dónde acomodarse y embiste de frente, pero sin malicia, permitiendo lo que el matador quiere. Y para rematar, frágilmente baja la cabeza para que le entierren la espada. Ahora bien, para que el matador se luzca y demuestre cómo sometió al bravucón toro manso, aquél va paulatinamente sometiendo a éste, para doblegarlo; para amaestrarlo. El
toro manso, por la querencia, busca las tablas, pero el torero lo lleva a los medios; y si por la misma razón el toro manso busca los medios, entonces el otro lo conduce y somete en las tablas. El matador lleva a sus, a sus, a sus terrenos a aquél bravucón toro manso. Lo aleja de sus querencias. Y el animal se defiende y busca el cuerpo del matador. Coger al torero. Prenderlo. Y muchos es lo esperaban el domingo en la corrida que narro,sobre todo por la bravura de que tenía gala El Azul. Pero nada. Fue a la inversa. El cogido fue el azul.
Alexis de Tocqueville, dicen todos que murió triste, pues al final tuvo que admitir que a pesar de la búsqueda y defensa de la libertad, muchísimos hombres lo que prefieren es mejor vivir bajo la dictadura. Bajo el sometimiento. Es más fácil ser acomodaticio y conformarse con un plato de lentejas, que torear al torero. El autor de De la Democracia en América no alcanzó sino a encontrar profundo "desorden de los espíritus" en muchos de los que participan en la política, pues la causa auténtica que provoca la incapacidad para acceder y mantener el poder, decía, "es que ellos mismos se han vuelto indignos de llevarlo".
Si hablara de política, para que de toros me entiendan los desconocedores, podría ejemplificar con ese salir bravío que tuvo el panismo poblano ante Melquiades o Jiménez. Jiménez o Piña. Piña o Bartlett. Bartlett o Marín. Un salir majestuoso de los toriles, que dejaba entrever la casta, la buena crianza, el afán de buscar siempre las tablas. No dejar al torero hacer su faena autoritaria. No permitir ser sacado de la querencia. Pero que ahora, aparentemente ya cansado, el manso se ha vuelto noble y como "necesitado" --sadomasoquistamente-- de estar sometido. Lo poco, poquito, poquititito que le den, es bueno. Y por donde lo cite el matador, por ahí va, qué caray: por la izquierda, por la izquierda; por la derecha, por la derecha. Pero en fin, señores, que lo nuestro no es política, sino de toros, y todo esto me ha venido a la mente porque al concurrir el domingo a una lidia, tuve que repasar los tristes caminos de la querencia de un toro acomodaticio, en su intento de un sometimiento menos doloroso. Pero sometimiento al fin. Por buey, pues.
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